lunes, 10 de septiembre de 2007

Los tontos del pueblo

José Ignacio Ñudi

La plaga de topillos que tiene un millón de hectáreas de Tierra de Campos como un queso gruyere y llena de semillas envenenadas vuelve a demostrar muchas cosas. En primer lugar que el medio ambiente sigue importando un bledo a unas autoridades que deberían velar por su conservación.

Llenar Tierra de Campos de semillas bañadas en clorofacinona es una auténtica barbaridad y un tremendo delito ecológico, por mucho que lo haya autorizado la Junta de Castilla y León, que sin duda se encuentra desbordada por los acontecimientos y acorralada por unos agricultores que están organizados y saben luchar por sus legítimos intereses.

Hace un año algunos agricultores denunciaron una incipiente plaga de topillos en la provincia de Valladolid, pero la Junta hizo poco caso y confió en que el invierno castellano acabaría con estos dañinos y prolíficos roedores. Pero como uno ya no puede fiarse ni de las estaciones, vino uno de los inviernos más templados del siglo y luego una generosa primavera y los topillos se multiplicaron hasta convertirse en una auténtica plaga bíblica, con zonas de hasta mil quinientos por hectárea.

La Junta sabe que los topillos explotan demográficamente cada cierto periodo de años y tendría que saber cómo actuar con urgencia y eficacia para no tener que terminar envenenando media región. Y tendría que haber investigado cebos específicos a los que no puedan acceder otros muchos animales que han muerto o van a morir en los próximos meses, muchos de ellos protegidos.

Como siempre, los cazadores van a ser los grandes perdedores, los tontos del pueblo. Las esperanzas que trajo esta generosa primavera se están desvaneciendo ante las medidas que, a la desesperada, la Junta ha puesto en práctica: semillas envenenadas, quema de rastrojos, roturación de linderos y barrancos...
Esto puede ser la puntilla cinegética para un amplio territorio ya de por sí degradado, entre otras cosas por una política agraria a la que también le ha importado un pimiento la conservación y que a lo largo de los años ha echado mucho veneno, también legal, en forma de semillas blindadas, herbicidas y plaguicidas sin que nadie alzara la voz, salvo los tontos del pueblo, a los que nadie ha hecho caso.

Ya la situación se ha desbordado a todos los niveles y cualquier medida, por agresiva que sea, se aplicará sin contemplaciones. Pero cuando el problema remita, esta misma Junta tendrá que hacer balance de la situación, cómo ha afectado a la fauna tanto veneno y actuar en consecuencia con la misma contundencia. Sería lo justo. Y aquí la Federación de Caza de Castilla y León tendrá que ser tan contundente como los agricultores exigiendo medidas para restaurar el hábitat y recuperar la fauna, aunque ya se encargarán los ecologistas de coger este testigo.

El colectivo de cazadores es el único que, directa e indirectamente, hace algo por la fauna y ahora está ninguneado, sin voz y llorando la tragedia. Sólo queda ya que le echen la culpa del problema porque mataron a todos los zorros. Al tiempo. Es lo que suele pasarle siempre a los tontos del pueblo.

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