jueves, 21 de febrero de 2008

COBRO IDEAL

La última fase de la acción de caza, recuperar la pieza abatida por nuestro disparo, se convierte en muchas ocasiones en un verdadero quebradero de cabeza para el cazador de especies de menor. Veamos cómo resolverlo.

David Rubio Alza

Una vez recuperada la pieza la portará a su dueño con alegría y decisión, sin machacarla, sin entretenimientos ni rodeos, entregándola sin demora

El cobro concebido como ideal será aquél en el que el perro de caza, ante la salida de la pieza, permanecerá inmóvil, no interfiriendo en el disparo, y, una vez abatida aquélla, saldrá con decisión calculando con la vista el lugar donde haya ido a parar, para, una vez llegado hasta allí, tratar de localizarla concentrando su atención y su olfato en dicha zona, sin carreras alocadas ni excesiva excitación, usando su nariz por alto o bajándola al suelo para tratar de encontrar la emanación de la pieza o su rastro de huida en caso de no estar muerta.


Las razas continentales tienen más predisposición al cobro que las británicas.

Una vez recuperada la pieza, la portará a su dueño con alegría y decisión, sin machacarla, sin entretenimientos ni rodeos, entregándola sin demora, sentándose enfrente de él y esperando a que la mano de su dueño la recoja y le felicite con unas caricias.

Lo anteriormente expuesto como un cobro realizado en óptimas condiciones es, en muchas ocasiones, un quebradero de cabeza para muchos cazadores que ven que por un motivo u otro su perro no cobra bien: desde perros con poca capacidad para buscar la pieza abatida hasta otros canes que rehúsan coger la pieza o la esconden fuera de la vista de su amo, pasando por aquéllos que muerden mucho las piezas o la sueltan varias veces antes de entregarla, los que llegan con la pieza y la dejan en el suelo unos metros antes del cazador, etcétera.

Predisposición racial al cobro

Dentro de las razas de perros de caza tenemos varias que son especialistas en el cobro. Estamos refiriéndonos a los diferentes tipos de retrievers, todos ellos pertenecientes al grupo de los británicos, de los cuales los más conocidos y usados son el labrador retriever, el golden retriever y, menos utilizados, el curly coated retriever y el flat coated retriever.

Incluso entre las razas de muestra ya vemos diferencias entre británicos y continentales en cuanto a su instinto de cobro

Al margen de estos especialistas, entre las demás razas de caza nos encontraremos con gran variabilidad de respuesta en lo que respecta al instinto de cobro. Es más, incluso entre las razas de muestra ya vemos diferencias entre británicos y continentales en cuanto a su instinto de cobro, motivado, fundamentalmente, por la forma de caza de los cazadores ingleses y la selección realizada de sus canes, de modo que usaban los perros de muestra únicamente para buscar la caza, delegando en los retrievers la tarea del cobro.

Así pues, por lo general nos encontraremos con un leve deterioro en la tendencia natural al cobro en las razas británicas. Por el contrario, los cazadores europeos han mantenido esta faceta del cobro en sus razas, atesorando así su condición de auxiliar, manteniendo así una mayor versatilidad y eficacia en el cobro.

También observamos diferencias en la metodología desarrollada por ambos grupos de perros de muestra a la hora de cobrar. Mientras los continentales tienen más adaptabilidad en el uso del olfato, lo que les predispone de manera natural al rastreo de las piezas heridas, las razas británicas, con su manera natural de buscar con la nariz al viento, tienen que realizar un esfuerzo en el aprendizaje del seguimiento de los rastros.

Finalmente, podríamos decir que las razas continentales tienen más pasión y predisposición para el cobro que sus congéneres británicos.

Consideraciones previas


Las aves dejan menos rastro que conejos y liebres, por lo que su cobro es más difícil.

Si queremos que nuestro perro cobre, porte bien la caza y no nos queden piezas perdidas por el monte, deberemos ser pacientes y trabajar el cobro con nuestro perro en buenas condiciones para que vaya consolidando sus cualidades naturales a base de prácticas favorables. También tendremos en cuenta que las piezas de pelo (liebre y conejo) dejan un rastro tras de sí que facilita la recuperación por parte del perro, mientras que las piezas de pluma sólo dejarán olor en un espacio limitado alrededor de la pieza, dificultando su recuperación. Cuando empecemos a trabajar el cobro con nuestro perro dejaremos que asuma la responsabilidad de encontrar la pieza o el apport (rodillo de adiestramiento utilizado a modo de señuelo artificial para el cobro), para que sea él mismo quien resuelva las situaciones. De esta forma irá aprendiendo a calcular el lugar de caída de la pieza —esto último muy importante— y la apreciación del lugar de dicha caída.

Pero su capacidad visual por el día es inferior a la nuestra, su ángulo de visión respecto al terreno también se encuentra en desventaja y, además, su capacidad de atención es limitada en el tiempo. Además, las estrategias utilizadas por su cerebro para resolver las distintas situaciones que se le puedan plantear no son como las nuestras, pues no usará un matorral como referencia, o por lo menos de manera consciente, para situar el lugar de la caída. Por eso deberemos dejar que sea él quien vaya resolviendo las situaciones, sin apenas ayudas, o quizás sólo indicándole con el brazo la dirección correcta. Con el paso del tiempo veremos cómo va corrigiendo esos errores de cálculo.

Durante los primeros cobros los perros jóvenes suelen salir como una flecha tras la pieza, actuando muy excitados y sin usar la cabeza.

Con el tiempo se irán moderando y serenando, también, claro está, con nuestro apoyo.

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